Me llamo Ricardo Milla y los sodálites me maltrataron psicológicamente. Estas líneas que escribiré no son nada fáciles para mí y mucho menos hacerlas públicas. Esta es solo una reseña de los tantos eventos desagradables que viví siendo agrupado mariano dentro del Movimiento de Vida Cristiana (MVC), parte de la Familia Sodálite.


Ingresé al MVC a los 14 años en el 2002. Iba a los rezos del rosario organizados todos los sábados por la tarde por sodálites que vivían en la comunidad "Nuestra Señora del Pilar" ubicada en Barranco.  Mi ingreso a la estructura del Sodalicio de Vida Cristiana -porque el MVC es parte del Sodalicio de facto- coincidió con la aparición del libro Mateo Diez de Pedro Salinas. Cuando consulté sobre el libro al padre Alberto Ríos me dijo: "¡Es una pornografía literaria!" (o algo por el estilo). Entonces, como declara Salinas actualmente, pasé a verlo como todos en el SCV lo veían: como un enemigo de la Iglesia (porque los sodálites consideran que todo ataque a su institución es un ataque a la Iglesia, porque ellos son la Iglesia Católica, lo más puro que hay en ella).


Pasaron los años 2002, 2003 y 2004. Mis años más intensos dentro del MVC, en los cuales hice un apostolado (proselitismo) bastante fuerte, casi imparable. Mi deseo era ser sacerdote sodálite y me preparaba con lecturas de los textos de Luis Fernando Figari (el fundador) y de Germán Doig (ya en ese tiempo en proceso de beatificación). Además, acompañaba a los curas a sus actividades sacerdotales. Acolitaba en las misas. Era catequista. Fui a pueblos alejados de la sierra a hacer tarea social. De hecho, creía ser feliz. Pero no era así. En el fondo sabía que sufría, pero cuando uno está adentro cree (o se fuerza a creer) que todo dolor es una preparación necesaria para la santidad. La curioso de esos años fue el binomio de crítica al mundo y pérdida de crítica a la vez. Uno criticaba todo lo que venía del mundo, pero literalmente todo, desde como se vestía la gente hasta las guerras. Sin embargo, a la vez, te educan en obedecer a los sodálites, a ver en ellos instrumentos divinos y creer que su palabra era la palabra de dios y perder toda propia voluntad. Te hacen perder toda capacidad crítica, o eso pretenden. En algunas ocasiones traté de oponerme a algunas ideas, pero inmediatamente los sodálites me reprendían y también mis "hermanos" de agrupación. En buen inglés, me hacían bullying cuando osaba cuestionar la sagrada espiritualidad sodálite.


Recuerdo un episodio en particular, uno que había borrado de mi mente, como quizá otros que aún no logro recordar del todo. Había ido a un retiro. Era el año 2006. Yo había estado dudando del mensaje sodálite y empecé a hacer algunos cuestionamientos. Ya era un estudiante de segundo año de filosofía y no un chibolo de colegio. Aún así no tenía la fuerza necesaria para enfrentarme a los sodálites, quienes se aprovechan de la juventud y de la confianza que uno tiene cuando se está en búsqueda de algo a esa edad. O como afirma la socióloga Milagros Saénz González, en su tesis Las vocaciones religiosas en los jóvenes. Estudio de caso del Sodalitium Christianae Vitae (2005): "Los jóvenes que pasan a formar parte de instituciones del estilo del SCV, se encuentran en una etapa de búsqueda, de autoconocimiento y de fuertes cambios, caracterizada -en la mayoría de casos- por la adolescencia y los inicios de la juventud. Atraviesan fuertes transformaciones, crisis y dudas; se encuentran por lo general intranquilos, y andan en una constante búsqueda de significado, de un sentido de vida que les permita trascender como seres humanos". Esa descripción calza perfectamente con todos los jóvenes que conocí en el Sodalicio. Y los sodálites lo sabían y se aprovechaban de ello. Ellos lo llamaban el "anhelo de infinito" y que la única respuesta para ese anhelo era "Dios" que se encontraba de modo especial y único en el Sodalicio.


Aquí mi experiencia. Este retiro fue ideado para un grupo selecto de entre los agrupados marianos de casi todos los centros pastorales de Lima, una suerte de retiro para los elegidos, para la élite (Figari y los sodálites siempre decían que el Sodalicio es la élite de la Iglesia, los que están llamados a dirigir al resto). El retiro contemplaba silencio absoluto la mayoría del tiempo. Solo se hablaba en las reuniones que se hacían en las noches. Fueron tres días y dos noches. En la primera noche tuve una experiencia que en ese momento me pareció normal, me pareció como un reto que me ponía dios para mi camino a ser santo, pero que ahora descubro como traumante y macabra. Durante la conversación con un sodálite y un grupo de seis jóvenes, posterior a la lectura de citas bíblicas escogidas al azar (se abría la Biblia y se ponía el dedo encima de ella luego de haber "invocado" al Espíritu Santo por medio de un canto marcial), fue mi turno de ser humillado. Era un ejercicio común en las reuniones de agrupación, de hecho. El animador de la agrupación, que solía ser un sodálite, podía elegir al que esté más "en el hoyo" (expresión favorita usada por los sodálites para humillar a los jóvenes que no respondían al plan de Dios, plan que solo ellos podía discernir y decirte cuál era), y luego de una humillación leve, invitaba al resto a que le digan lo peor que veían en esa persona. Esa vez, en el retiro, a oscuras, fue distinto. El sodálite que dirigía el grupo colocó una mesa en el medio de todos. Me dijo que me suba ahí. Puso una vela debajo mío y me pidió que elevara un poco los brazos. Y me dijo en tono burlón: "Eso es lo que tú quieres, ser visto como un santo, pero no estás contento con tu cita bíblica, porque no dice que eres tan grandioso como crees". Entonces, acto seguido, uno a uno de los que estaban presentes decían lo peor que podían ver en mí, mientras yo tenía que estar en "pose" de santo todo ese rato con un cirio encendido a mis pies. A mí me pareció una prueba para forjar mi carácter y mi humildad. Años después, descubrí que fue un ejercicio del todo raro, y que no debí de dejarme humillar así. Ese día, antes de dormir, lloré como si algo en mí se hubiera rajado y no podría llegar a repararse.


Pensé que luego de esa experiencia iba a ser admitido formalmente como aspirante a sodálite, pero llegó diciembre (mes en que ingresaban los nuevos sodálites) y no me llamaron. Dos años antes, en el 2004, había intentado ser aspirante a sodálite. Muchos sodálites estaban de acuerdo con mi ingreso. Pero no mi consejero espiritual ni el superior regional. Las intenciones del primero eran menos sanas: no quería a un chico que cuestionaba las prácticas del Sodalicio, esto es, no deseaba a un cristiano que no sea "dócil" (es decir, yo no era un idiota fácil de engatusar, en ese tiempo al menos). El superior regional de esa época era Germán McKenzie y él, de modo muy respetuoso, me recomendó que no sea sodálite, debido a que yo era muy joven y no iba a soportar la fuerte formación de los sodálites. Al pasar los años me di cuenta de lo acertado que fue su consejo. Quizá habría salido pateando el tablero, odiando a los sodálites. Quizá no lo hizo por mí, sino por su institución. (Dicho sea de paso, McKenzie fue expulsado del SCV por razones no esclarecidas hasta el día de hoy). Sea como fuere, me hizo un gran favor. Aunque al final sí terminé detestando al Sodalicio por las cosas que pasaría en los años posteriores, entre el 2005 y el 2008. 


No solo fue la experiencia en ese retiro "de élite" en 2006, sino los constantes maltratos psicológicos a los que me veía expuesto en cada reunión de agrupación. Lo peor de mi experiencia en el Sodalicio fue el maltrato psicólogico por el que me hicieron pasar. Alguien podría cuestionarme con todo derecho: "Oye, Ricardo, si tan mal te trataban, ¿por qué no te salías? Ya estabas bien grande". Sí, es cierto, era una persona que ya estaba en la universidad, no un chiquillo más. Sin embargo, como dice Pedro Salinas en su libro Mitad monjes. Mitad Soldados, entrar al Sodalicio es fácil, salirse es muy difícil. Los sodálites trabajan la mente de los jóvenes, estudian sus flancos más débiles y atacan por ese lado; te hacen creer de que todos esos actos que uno percibe como dolorosos o humillantes son necesarios para matar al "hombre viejo" y dejar nacer al hombre nuevo en el Señor Jesús. Entonces, uno cree eso. Y se deja engatusar. Se deja vejar y se deja humillar. Porque uno pone su confianza, porque uno cree que está ante hombres intachables, ante hombres de dios. Nada más falso que eso.


Mi primera decepción fuerte ocurrió el 28 de octubre de 2007, el día en que se hace público la detención de Daniel Murguía por habérselo encontrado en un hotel del centro de Lima junto a un menor de edad. Murguía era amigo mío y uno de los pocos sodálites que me trataron con amabilidad. Era una persona lejana a la figura fría, déspota, controladora y soberbia que inspiraban la mayoría de sodálites. Fue una noticia muy dura para mí. Me dolió en el alma. Ese año yo ya había empezado a alejarme del MVC y del Sodalicio. Ese evento fue un apax existencial que fue abriéndome los ojos poco a poco. Al mes siguiente, el encargado del centro pastoral Jesús María, Juan Pablo de la Guerra, me expulsa de dicho lugar. Yo aún así deseaba seguir vinculado al MVC. Es así que narro mis desacuerdos ante el entonces secretario de superior regional, Rubén Arrunátegui. Él intercedió para que yo pertenezca otra vez al centro pastoral María Guía ubicado en el distrito de Barranco. Volví al lugar donde empezó todo. Pero al cabo de unos meses, en enero de 2008, el encargado de dicho CP, Claudio Ávalos (conocido católico ultraconservador que actualmente es activista del grupo "Opción V" que recluta jóvenes para que lleguen vírgenes al matrimonio), me expulsó del mismo. En resumen, en menos de medio año fui expulsado de dos centros pastorales de la familia sodálite. Volví a llevar mis quejas ante Arrunátegui quien se disculpó de no poder hacer nada, pues el MVC es "autónomo" ante el Sodalicio. Las excusas de ambos encargados fue que mi ejemplo no era "edificante" debido a mis ideas, ideas lejanas al mensaje de la Iglesia por influencia de filósofos que un verdadero cristiano no debe seguir (Nietzsche particularmente, un autor que yo venía leyendo hacía un tiempo atrás).  Pero Ávalos arguyó un motivo más, me expulsó ya que, según él, yo me gileaba a las chicas agrupadas. Para mí fue el colmo. Iba de vez en vez solo para desafiar su decisión. Hasta que al final, después de semana santa de ese año 2008, decidí retirarme oficialmente del MVC y del Sodalicio en general. Aún así, iba de vez en cuando a sus misas, pero no me sentía cómodo. Para ellos era como un traidor más. Un traidor a la fe. Un apestado. Alguien al que no merecía que le dirijan la palabra. 


Quisiera poder dar más detalles, más anécdotas (dolorosas, por cierto), pero mi memoria las ha clausurado. De recordar más, las publicaré por este medio.


Empero, no todo fue horrible en mi paso por el Sodalicio. Hubo momentos de alegría, de risas, de juegos de mesa, de ping pong, de cine, de salir a tomar unas chelas (aunque eso solo pasó un par de veces). También le debo al Sodalicio el espíritu crítico que luego mis estudios de filosofía habrán de desarrollar. Pero, sobre todo, el SCV me enseñó en carne propia lo que es el fascismo, lo que es dejar la propia voluntad para obedecer y seguir el pensamiento de un líder absoluto, me enseñaron en suma lo que no se debe vivir.


Las experiencias narradas en el libro Mitad monjes. Mitad Soldados de Pedro son como un espejo para mí. Las palabras de las personas que dieron su testimonio para esa investigación son palabras que pudieron salir de mi boca. Cuando narran el autoritarismo de los sodálites, cuando recuerdan cómo los humillaban, cómo les obligaban a no disentir de las enseñanzas del fundador, en cómo los manipularon para ensalzar la figura de Figari como un héroe y santo, en todas esas experiencias narradas me siento reflejado. Yo pasé por eso, en mayor o menor medida. No tuve ninguna experiencia de índole sexual; ningún sodálite me tocó o se me insinuó (ni siquiera Murguía). Pero sí pasé por maltratos psicológicos y hasta maltratos físicos (me hacían limpiar los waters sucios del CP de Jesús María como modo de "forjar la humildad y la obediencia", me hacían correr hasta no poder respirar más, etcétera). Cuando supe de los testimonios de José Enrique Escardó y de Pedro Salinas en 2002, justo al entrar al MVC, los di por falsos, y creí lo que los sodálites decían de ellos: "son unos resentidos, enemigos de la Iglesia, unos locos". Ahora me arrepiento de ello.


Por todo esto, en 2013 hice pública mi experiencia global de mis años en el Sodaliciohasta me hicieron una entrevista para un diario. A raíz de ello, hubo una serie de ataques a mi persona de parte de miembros de la Familia Sodálite. Hubo una campaña en contra mía para difamarme y desprestigiarme. Un sujeto vinculado a los sodálites escribió un blog enteramente en mi contra y otros tantos me atacaban en Facebook y Twiter. Incluso llegaron a llamar al Director de la Maestría en Filosofía de la PUCP para averiguar de mí y mi título de magíster. El acoso fue tremendo. No soy el único que ha pasado por eso, sino también todos los que algunas vez han sacado a la luz las prácticas autoritarias y abusivas de los sodálites. Al Sodalicio no le gusta que se ventilen eventos ocurridos al interior de su agrupación.


Pero también, debido que hice público mi testimonio, Pedro Salinas me contactó y me comentó que estaba haciendo una investigación sobre el Sodalicio junto a la periodista Paola Ugaz. Me citó en su oficina en Surco. Y le di mi testimonio. No narré lo que he contado en este texto, porque en ese momento no recordaba todos estos eventos que, en estos últimos días, he ido escarbando en mi memoria hasta dar con ellos. Lo que sí hice fue contarle a grandes rasgos mi paso por el Sodalicio, del fascismo y autoritarismo de los sodálites, de cómo no te dejaban discrepar con las ideas de Figari, y demás cuestiones actualmente bastante conocidas. Ahora dejo mi testimonio aquí y lo hago público, para que otros/as jóvenes no se dejen engañar por grupos de este corte y advertir a los padres que tengan cuidado a dónde van sus hijos y a quiénes frecuentan. Pero también esto va dirigido a las personas que aún se mantienen en el SCV y el MVC: abran su corazón y su mente, dejen de vivir engañados y no permiten pasar por los maltratos que cientos de jóvenes tuvimos que soportar. Por último, Alessandro Moroni, como superior general del SCV, toma la decisión de expulsar a Luis Fernando Figari y que se ponga a disposición de la justicia.


Ricardo Milla


Barranco, 22 de octubre de 2015.



Noticias relacionadas en Lamula.pe:

Carta a los fieles católicos

Sodalicio de Vida Cristiana: Figari no recibió sanción y solo fue enviado a Roma a hacer "vida de retiro"

¿Dónde está Figari?

El crudo testimonio de un sodálite: “Mientras iba penetrándome pedía que me masturbara”

El Sodalicio miente en su comunicado

El Sodalitium en crisis